Lecturas a partir del proceso de Plebiscito Chile 2020

El pasado 25 de octubre de 2020 (a la hora de exhibir este artículo, apenas 10 días atrás) tuvo lugar en Chile un Plebiscito, en modo “válvula de escape” a una presión social en ebullición, que buscaba dirimir la disyuntiva entre su entramado social de si encaminarse -o no- en un proceso para dar forma a una Nueva Constitución.


·        Visual general

Para este proceso y con una población (estimada) en Chile de 19.107.216 personas, estaban habilitados para votar en el Plebiscito unos 14.855.719 de sus ciudadanos, de los cuales votaron efectivamente 7.562.773, lo que equivale a decir que votaron en esta consulta, apenas, el 50,9% de los ciudadanos en condición de hacerlo.


De esos que votaron efectivamente, 7.520.528 resultaron en votos válidos, que se repartieron en 5.886,3 miles de los votos a favor de la opción del “Apruebo”, mientras que 1.634,2 miles fueron a favor de la opción del “Rechazo”, lo que equivale a decir que 78,27% de los votos fueran dirigidos a la alternativa del “Apruebo” para configurar / elaborar / construir / redactar una Nueva Constitución y enterrar aquella Constitución 1980 elaborada durante el mandato de Augusto Pinochet, mientras que 21,73% de los votos fueron por la opción del “Rechazo”.

Me llamó poderosamente la atención los bombos y platillos con los cuales varios medios de comunicación alababan la participación en el proceso y la lectura que los especialistas -que a partir de allí han copado los espacios de los programas de opinión que han tenido a éste como principal tema de conversación- daban a los resultados de éste Plebiscito… lo comentó porque para mí es muy trascendente que para una elección tan determinante hayan votado la mitad de su población mientras que la otra mitad haya hecho mutis (estas cosas suelen pasar factura).


·         Curiosidades históricas

.- Para la elección presidencial de 1993, hace 27 años atrás, votaron 7.383.286 personas… casi tantos como hoy, siendo entonces una población mucho más pequeña;


.- Desde hace 15 años, ninguna elección ha superado el 60% de la participación del electorado, y esto ocurrió con el balotaje presidencial de enero 2006 cuando participó el 63,1% de los habilitados a expresarse en las urnas; y

.- Para la 1° vuelta presidencial en las elecciones de 2013 votaron, exactamente, el 50,9% de los que tenían opción a voto. Como decía antes, curiosidades.


·         Quiénes son los que votaron

Revisando algunas estadísticas generadas a raíz del proceso Plebiscito Chile 2020, se ha podido determinar que los chilenos votaron, más o menos, así:


ü  Por la opción del “Apruebo” votaron, 

.- Del total de hombres que participaron en el proceso del Plebiscito, 76% dio su voto por esta opción, mientras que del total de mujeres que se expresaron en las urnas, 79% votaron por el “Apruebo”.

.- Del total de votantes de la franja de edad comprendida entre 18 y 34 años, el 85% fue por esta opción; del total de sufragantes que pertenecen a la franje de edad de entre 35 y 54 años, el 76% se decantó por esta opción; mientras que del total de personas de más de 55 años que votaron en el plebiscito, 69% votaron a favor de ésta.

.- Del total de personas que pertenecen al estrato socioeconómico “Alto”, 68% votaron a favor del “Apruebo”; del total de personas pertenecientes al estrato “medio” que votaron en el plebiscito, 76% votó a favor de; mientras que, del total de personas del segmento o estrato “bajo” que ejercieron su derecho el 25/10/2020, 89% fueron dirigidos a esta alternativa.

.- Al analizar la distribución de los votos a partir de la orientación política, se pudo conocer que, 32% de las personas que votaron por el “Apruebo” pertenecen al segmento de la “derecha”, 75% desde quienes se definen como del “centro”, 95% de parte de aquellos que se declaran militantes de “izquierda” y 87% desde aquellas personas que se catalogan como “independientes”.

ü  Por la opción del “Rechazo” votaron,

.- 24% del total de hombres y 21% del total de mujeres;

.- Se consiguió el 15% del total de votos de aquellos que pertenecían a la franja de entre 18 y 34 años, 24% del total de votos de aquellos que pertenecen a la franja de edad de entre 35 y 54 años, y 31% de los votos del total de personas que sufragaron que cuentan con 55 años o más;

.- 32% del total de votos de quienes pertenecen al estrato socioeconómico “alto”, 24% del estrato “medio” y 11% del estrato socioeconómico “bajo”; mientras que,

.- Según la orientación política, esta opción consiguió el voto del 68% de las personas que sufragaron y que se ubican en la “derecha”, 25% de quienes se catalogan del “centro”, 5% de aquellos que militan en la “izquierda” y 13% desde personas que se catalogan como “independientes”.

A todas éstas, no sólo los chilenos terminaron optando por ir al proceso de elaborar una Nueva Constitución, sino que también con un porcentaje muy parecido de votos (78,99%) fueron a favor de la opción de la “Convención Constitucional”, lo que obligará ir a un proceso de elección en abril del próximo año para elegir a 155 ciudadanos que tendrán como misión exclusiva la redacción de esta nueva Carta Magna.

 A lo largo de esta semana, por supuesto, han salido toda suerte de lecturas, de interpretaciones, de comentarios a favor de este proceso transformador; pero me quedo con algunas de esas impresiones que parecieran algo peculiares cuando no destempladas.


De las élites mala-malísimas

Por ejemplo, en un artículo que publicara Daniel Matamala el 26/10/2020, quien vale decir que es una de esas figuras estelares de CNN como comentarista de sus noticieros y ancla de alguno de sus principalísimos programas de opinión, refería que lo que ocurre hoy día en Chile “no es una división entre izquierda y derecha, sino entre ciudadanos y élites. Esas élites que dominan el poder político y económico del país, y que viven mayoritariamente en esas tres comunas más ricas de Chile, las únicas tres comunas de la Región Metropolitana que marcaron Rechazo”.

Lo anterior me hizo recordar algunos de los aprendizajes que obtuviera desde una de mis profesoras (Margarita Prat) de Metodología de la Investigación en una de las Maestrías en el área de Economía, cuando decía que “intentar sacar conclusiones a raíz de ideas preconcebidas, y tratar de venderlas como verdad desde la tentación y el peligro que implica la generalización es una autopista directa para el error”; y eso fue lo que me generó la falaz frase del señor Matamala.

¿Cuando él habla de las élites, a qué se refiere?

Analizando la estructura socioeconómica de Chile, a partir del estudio hecho por la Asociación Nacional Automotriz (ANAC) y la Asociación de Investigadores de Mercados (AIM) del año 2019, encuentro que ellos estimaban que la población en Chile se divide por estratos en, más o menos, como sigue:

.- Estrato A / B = 1% de la población de Chile, 3% de la población de Santiago, con Ingresos Promedio por Hogar de CLP (pesos chilenos) de 6.452.000;

.- Estrato C1 A = 6% de Chile, 9% de Santiago, Ingresos promedio por hogar de CLP 2.739.000;

.- Estrato C1 B = 6% de Chile, 8% de Santiago, Ingresos promedio x hogar de CLP 1.986.000;

.- Estrato C2 = 12% de Chile, 15% de Santiago, Ingresos de CLP 1.360.000;

.- Estrato C3 = 25% de Chile, 28% de Santiago, Ingresos de CLP 899.000;

.- Estrato D = 37% de Chile, 30% de Santiago, Ingresos de CLP 562.000, y finalmente

.- Estrato E = 13% de Chile, 7% de Santiago, Ingresos de CLP 324 miles.

Esas élites de las que denuesta Matamala son, tradicionalmente, en casi cualquier país del globo, menos del 1% de la población. Para muestra un botón, aquí los segmentos A + B de la población en Chile, según el estudio de la ANAC y AIM, suman en conjunto 1%, por lo que, para simplificar asumiremos que, las élites que refiere este operador comunicacional son -justamente- el 1% de la población en Chile. Habíamos visto que, la población estimada de Chile para el momento de desarrollarse el Plebiscito Chile 2020 era de 19.107.216 personas, por lo que el 1% de tal resulta en 191.072 personas!!!

Si el comentario del señor Matamala fuera cierto, entonces habría que suponer que los votos a favor del “Rechazo” (que terminaron siendo al menos 1.634.000) son las élites del país sureño, y eso NO es verdad, o el tamaño de las élites aquí es enorme, enviable y sorprendente versus el resto del globo.

La frase es tan lamentable y tan falaz que remata con “las únicas tres comunas de la Región Metropolitana que marcaron Rechazo”… y eso, tampoco es verdad. Habría que decirle a ese señor que en el proceso de este Plebiscito hubo votos a favor de una opción y de otra en TODAS las Comunas (346) de Chile.

Un comentario hecho de esa forma pareciera querer, peligrosamente, encasillar como “los distintos”, “los que no sienten como nosotros”, “los malos-malísimos” a quienes votaron por el “Rechazo”, y ellos, al menos esos 1.634.000, son tan ciudadanos como quienes votaron a favor del “Apruebo” y merecen respeto; o será que estaremos a las puertas de ver como ocurre la materialización de un revanchismo sin parangón o el arrase de una minoría en pro del pueblo iluminado que voto por el cambio de la Constitución (¿?).

Por último, cuando analizo la figura del Sr. Matamala, cuando reparo en elementos como de dónde proviene, dónde estudió, qué hace, dónde (seguramente) vive y cuánto (seguramente) gana, necesariamente reparo en que él forma parte de esa élite de la que despotrica. En mi casa dirían que “quien escupe hacia arriba, la saliva le cae en la cara”.


De la Convención Constitucional y los Independientes,

Uno de las ventas más sexys para promover el “Apruebo” por una Nueva Constitución fue la de hacer que el ciudadano común, cualquiera, un hombre o mujer de a píe, por decir algo, un ama de casa, un pensionado, un vendedor de fritangas callejero, un maestro de escuela, etc., pudiera formar parte de esas 155 posiciones que conformarán el grupo para redactar esa Nueva Constitución. Tanto fue así, que no fueron pocas las propagandas elaboradas con este mensaje y que fueran exhibidas a diario en la franja televisiva dispuesta para que los militantes de un bando y otro hiciera proselitismo.

Las sorpresas no se hicieron esperar no más conocer los resultados, siendo que, pese al desconocimiento de los ilusionados por formar parte del tinglado constituyente, existe una Ley (la 21.216) y una normativa que data (esta última) de principios de año que da cuenta de los requisitos y condiciones que han de cumplirse para quienes opten al proceso como independientes.

Entre otras, vale comentar que, ir solos en el intento por formar parte de la Convención Constitucional, requerirá un patrocinio de ciudadanos igual o superior al 0,4% de los electores que sufragaron en un determinado distrito en la elección presidencial del 2017. Si optasen por otra fórmula, éstos también podrán ir en listas y para ello necesitarán un 1,5% de firmas.

Los interesados coinciden en que los números se perfilan como verdaderos obstáculos para los “ciudadanos de a pie”, puesto que aquellos que no cuenten con la maquinaria que sí tienen los partidos políticos pueden quedar fuera antes de empezar el juego… es por eso que desde distintas colectividades han decidido “incluirlos” y han comenzado una intensa búsqueda de nombres idóneos.

Al respecto, fue interesante también saber la impresión del diputado Gabriel Boric (diputado de Convergencia Social, partido de izquierda y de los promotores a favor del “Apruebo”) cuando el martes 27/10/2020, dos días después del Plebiscito, refiriera -por redes sociales- con respecto a quiénes integrarán el órgano que elaborará la nueva Constitución que “esta idea de que ser independiente es señal de virtud per se creo que está muy equivocada”.

Para el fulano parlamentario, “por supuesto que el proceso constituyente debe incluir a independientes. Pero deben ser personas cuyas ideas sean verificables y coherentes”.

Ya de entrada el planteamiento pone en tela de juicio quién puede ser o no candidato, quién puede integrar la Convención como independiente, ya deja entrever que ha de existir una especie de tribunal o censor que tenga la potestad de decidir quién tiene tales característica y quién no, y no queda claro en base o a cuenta de qué se puede alguien adjudicar esa potestad, etc.

A los independientes: suerte!!!!!!!!!!!!!!


La infeliz idea de acabar con todo para empezar de nuevo

Ni que decir que continúan a diario los artículos de prensa, los espacios de radio y televisión y las arremetidas en redes sociales en la que sujetos de todo tipo siguen hablando respecto a las “necesidades” a incluir en la Nueva Carta Magna, de terminar haciendo de ella aquello que llamé antes la “Carta de los Deseos al Niño Jesús”, de pensar que la Constitución debe incluir toda suerte de “derechos sociales”, decretando incluso que el ciudadano chileno “sea hombre de bien, de respeto y sujeto de felicidad” a partir de la promulgación de ese nuevo instrumento, etc.

Pero una de las opiniones que no deja de inquietarme (más no me sorprende) y recordando que en este mundo “nada es casualidad”, es la que emitiera un ciudadano peculiar de nombre Marco Enriquez-Ominami (MEO), cineasta por formación, quien fuera miembro del Partido Socialista, en algún momento diputado en el Congreso chileno, quien figura entre los fundadores del Grupo de Puebla, excandidato presidencial y actual presidente del Partido Progresista (léase: de la izquierda izquierda), cuando el mismo 27/10/2020 comentara en diversos medios que “El Congreso actual debería autodisolverse cuando se inicie la Convención Constitucional”.

El amiguito en cuestión lanzó un tweet donde refería además que “No tiene sentido hacer elecciones presidenciales y parlamentarias en medio del proceso constituyente. O las adelantamos a abril de 2021, o las hacemos al final del proceso".

Me pregunto: ¿Dónde he visto esto antes?

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Para cerrar,

La historia no es necesariamente cíclica, claro que no, pero existen procesos que van y que vienen, y son varios los países que han terminado experimentando -en los últimos 30 o 40 años- procesos de este calibre, y sus lecciones deben ser revisadas.

Hoy, procesos como éste pueden presentarse repotenciados, son en la actualidad muchos los movimientos que exigen reformas absolutas, movimientos que abogan por reivindicaciones extremas, por reseteos forzados, y en esos escenarios nada termina, por lo general, siendo lo que se espera.

Recordando y haciendo “paralelismo” con aquella espectacular novela satírica de George Orwell titulada Rebelión en la Granja, pueden terminar muchos encontrando al final del camino que, Todos los ciudadanos son iguales, pero algunos ciudadanos son más iguales que otros!!! 


RSHJ

Plebiscito Chile 2020... Una Nueva Constitución por razón o por pasión?

En lo inmediato,

Escribo esta nota hoy, 15 de octubre de 2020, estando a poco más de una semana para contemplar como los chilenos irán a un plebiscito en el que tendrán que decidir si transitan el camino para lograr configurar una nueva constitución o no.



La consulta, que tendrá lugar el próximo 25 de octubre (apenas 10 días), intentará dirimir el asunto a través de dos preguntas:

En la 1°, se plantea: ¿quiere usted una nueva constitución?, teniendo como posibles respuestas la de a) apruebo y b) rechazo; y

En la 2°, se ahonda respecto a: ¿Qué tipo de órgano deberá redactar la nueva constitución?, la cual tiene como posibles respuestas a) La convención mixta constitucional, y b) Convención constitucional.


La válvula de escape,

A todas éstas, a este proceso se llega después de que el Gobierno de Sebastián Piñera experimentara una fase enormemente destructiva con aquel movimiento que tiene a la fecha casi un año y que el orbe conoció como el “Chile despertó”… un movimiento que arrancó con una serie de disturbios alrededor de las estaciones de Metro a cuenta del intento por incrementar el pasaje en ese medio de transporte (siempre diré que esa fue la excusa), y que, sin ton ni son, mutó a situaciones de calle que muchos aplaudieron y alabaron en su primera hora por su carácter dizque pacífico y que terminaron con una violencia inusitada, una violencia de proporciones dantescas, teniendo como resultante un montón de estaciones de Metro cerradas, quemadas, un número importantísimo de comercios saqueados, con una parálisis comercial e industrial notable que hicieron tambalear los números proyectados por sus instituciones económicas del país sureño, y donde como válvula de escape a dicha presión (sin que antes hubiera aparecido nadie como cabeza de aquel movimiento dizque autónomo/autóctono/propio/voluntario y pacífico) los grupos de izquierda plantearon la necesidad de una consulta popular para decidir si promueven o no una nueva constitución, vendiendo a sus acólitos que con una nueva carta magna se darían respuestas y salidas a una infinidad de pretensiones y temas.


De ahí en adelante, el tema ha estado en la palestra, es de discusión obligada en cuanta reunión existe, en cuanto programa de televisión se precie, llamándome la atención la apertura que muchos medios han tenido para quienes se han endosado la etiqueta del “apruebo”, y lo poco condescendientes y tolerantes para quienes expresan su afinidad hacia el “rechazo”. Parecieran muchos de estos medios estar transitando la acera de la izquierda política, o como resulta hoy más sexy llamarse, “progresista”.

Recuerdo que estando en medio de aquel “Chile despertó”, viviendo entonces -además- en el Centro de Santiago que llegó a tornarse muy convulso y problemático, y por ganas de echar vaina (como no decirlo), pregunté cada vez que pude a esos que terminaban echándose piedra, puño y  bofetada contra Carabineros qué buscaban con una nueva constitución, qué parte de la Constitución actual no les resultaba, con qué artículos en concreto no estaban de acuerdo; y por supuesto, lo que yo especulaba se hacía presente: el grueso de aquellos zagaletones en su vida habían tomado la constitución en sus manos para leer la portada, la contraportada y mucho menos leer su articulado.


La panacea,

Por ello no me extraña ver que, en la franja horario que se dispuso en los medios televisivos para que los bandos que abogan tanto por el “apruebo” como por el “rechazo” den a conocer sus motivaciones, se escuchen temas más propios de una carta al Niño Jesús que otra cosa en el caso de los que van por el “apruebo”.

Salen a relucir temas como: por un salario justo, por mayor protección al trabajador y bloquear sus opciones de despido, por una vivienda digna, por garantizar sus pensiones de retiro y además que sean ellas manejadas por un ente público, por mayores cupos que aseguren puestos de trabajo para una serie de colectivos, por estabilidad de precios, por una sanidad gratuita, por una educación gratuita, por los pueblos indígenas, por el derecho a los animales para que vivan en paz (no se si en una de estas abogarán también por el voto de éstos en procesos electorales), por mayores derechos para el discapacitado, y un larguísimo etcétera.

A todas éstas pareciera que, a pesar de que a la Constitución de Chile, que data del año 1980, se le han hecho modificaciones en 35 oportunidades, respecto a 100 de sus artículos o secciones (la constitución de 1980 tenía originalmente 120 artículos, divididos en 14 capítulos y 29 disposiciones transitorias), que fue sometida a una reforma importante y llevada a plebiscito en 1989, y que luego -en el año 2005- estando en el poder Ricardo Lagos se modificara de manera sustancial, nada de esto resulte suficiente a la fecha. Hoy una parte importante de la población, a pesar de haberla revestido de legitimidad con todas las consultas posteriores a 1980, la despotrican, la desconocen y aborrecen; creyendo además que con una nueva constitución resolverán todas las falencias, todos sus malestares y problemas en los que hoy están inmersos.


Desde el país al norte del sur,

Por supuesto, para quienes vivimos el proceso en Venezuela, que tuvimos la desdicha de ver como aquel señor al que yo llamo “El Sabanator” se hizo presente, se abrió espacio en el medio político (con la venía de políticos de tradición y con el apoyo de muchísimos empresarios que creyeron estar haciendo una gracia) y además ganó las elecciones de 1998 teniendo, prácticamente, como única consigna “hacer una Asamblea Constituyente para buscar una nueva constitución”, la situación en Chile nos genera -cómo no- preocupación.

Cabe recordar que, Hugo Chávez llevó adelante su Asamblea Constituyente, configuro a la medida una nueva constitución (esa nueva carta magna data de diciembre de 1999), redactada por cierto de manera impecable y que para los especialistas del área resulta en una de las mas hermosas constituciones del planeta, donde se incluyen por cierto, a lo largo de sus 350 artículos repartidos en sus 9 títulos y 33 capítulos, una serie de derechos sociales que recuerdan en mucho a la lista de la carta al Niño Jesús que comentaba líneas arriba (incluido pueblos indígenas, discapacitados y demás); y para sorpresa de todos hoy Venezuela se encuentra, 21 años después, literalmente desguazada, arrasada, atrofiada, desvencijada, con una población pasando penurias increíbles de asumir y de entender… donde siempre hay que destacar que, desde el Poder Ejecutivo, empezando por el mismísimo Presidente y padre fundador (Hugo Chávez) fue violada desde el 1° día.



La Constitución como razón de ser,

Ahora bien, una Constitución es “un conjunto de principios, normas y reglas que pretenden establecer la forma de un Estado de Derecho, así como organizar ese mismo Estado, delimitándolo, a través de sus propias instituciones de la Administración Pública y estableciendo procedimientos y sanciones para que el mismo Estado no incumpla con las normas establecidas en dicha Constitución”… a mí en lo personal, me gusta concebir (y reducir) la Constitución en las normas básicas de convivencia para hacer vida en un espacio determinado, donde lo deseable es que sus individuos tengan igualdad ante la Ley, y donde se les permita desarrollar sus potencialidades en pro de materializar objetivos individuales y colectivos.

Para los que se dedican al tema, Ernest Renand, pensador francés del siglo XIX, tal vez sea uno de las personalidades que más ha contribuido a las teorías para explicar la existencia de las naciones y sus opciones de convivencia. Recordando sus palabras, comentó en alguna oportunidad que “Una nación es un gran llamado a la solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y los sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; se resume, no obstante, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida en común… La existencia de una nación es un plebiscito de todos los días”.



Algunos ejemplos, 

Revisando experiencias concretas respecto al deseo de hacer nación y sus documentos bases, siempre refiero el caso de la Constitución de la primera nación del planeta (Estados Unidos de América), con un documento elaborado y adoptado en 1787, tan sintético como un documento que consta de tan sólo 7 artículos y que ha experimentado 27 enmiendas (la última en 1992). Esa constitución estableció el primer sistema presidencial del mundo, y ha funcionado bastante bien por el sistema de controles y equilibrios que estipularon sus padres fundadores.

La historia de los 233 años a partir de la promulgación de la Constitución de los Estados Unidos de América ha demostrado que la democracia funciona mejor, como sistema de gobierno, cuando la propia constitución se apuntala con normas democráticas no escritas, que en el caso concreto de USA han resultado en i) la tolerancia mutua y ii) la contención.


Pero el caso que más admiración me ha generado siempre es el de UK. El Reino Unido no posee Constitución escrita. Las normas básicas de convivencia la configuran sus leyes, sus sentencias judiciales, sus tratados, sus convenciones parlamentarias, sus prerrogativas reales y -por sobre todo- sus principios, tradiciones y costumbres.

UK es una democracia parlamentaria, y si bien las leyes que emanen del Parlamento deben recibir el consentimiento del Rey (o Reina) de turno, pues en teoría éste podría decir que no, pero desde 1708 ningún monarca se ha negado a firmar un proyecto de ley.

Los expertos señalan que el problema con una Constitución no codificada (que es como se define la situación de no tener una carta magna formal escrita) es que depende de las partes involucradas para seguir respetándola. Si no lo hacen, entonces podría derivar esto en una crisis constitucional. No obstante, en el caso de UK las normas sociales, sus principios, tradiciones y costumbres hacen que existan una serie de convenciones restrictivas que la gente cumple, y se cumplen porque, aunque no tengan fuerza legal, son moralmente correctos.



Finalmente,

El domingo 25 de octubre de 2020 los chilenos se encontraran con la oportunidad de decidir si continúan camino con la Constitución de 1980 o dan los pasos para empezar a redactar una nueva carta magna, sin embargo, y más allá del derecho que tienen a ello, lo importante es hacerlo teniendo en cuenta los aprendizajes a partir de los errores del pasado, deslastrarse de los guayabos existenciales que se guardan desde hace casi 50 años, encontrar el camino de la razón y no el de la pasión, aprender a comunicarse y plantear sus problemas sin cortapisas, comprender y aceptar su historia desmitificando a sus referentes, y plantear los puntos esenciales de convivencia de manera honesta para intentar encontrar espacios de encuentro.

Por último, recordarle a los amigos chilenos que el sentido de una Constitución no es la de un pizarrón de dibujo libre en el cual plasmar cualquier deseo por extravagante que resulte… que no por el mero hecho de plasmar en ella el derecho a un salario digno, estabilidad de precios, salud y educación con excelencia y gratuidad para todos, derecho a una vivienda digna, soberanía alimentaria, pensiones dignas de retiro y jubilación, etc.; los mismos no se harán realidad desde la nada, pues no resulta esto en condición ni necesaria ni suficiente para concretarlos… Estas cosas no se logran por Decreto, porque si así fuera Venezuela sería -al día de hoy- un verdadero cielo/paraíso en la Tierra.

Por ahora me tocará vivir el proceso, vivir el momento, teniendo como fondo aquella canción de Serrat que dice “Fue sin querer / Es caprichoso el azar”…

RSHJ