La Inflación en Venezuela...

Con una Venezuela sumida en el más profundo surrealismo -desde hace casi dos décadas- y ataviada de “controles” por doquier, que sólo se han ido acentuando en los últimos años sobre un aparato económico cada vez más empobrecido, desmantelado, desvencijado, y que han terminado generando -como la teoría económica lo predice- unas distorsiones enormes que culminan con efectos nocivos y perversos sobre toda la población y que hoy se materializan en la inflación y escasez más notables en la historia económica de Venezuela, al menos, en el último siglo, con la notable excepción de 1996 cuando la inflación llegó al 103%.

Sea quien sea que acude al mercado (usted, yo, mi madre, su esposa, su hermana, mi abuela) terminan aprendiendo, no desde el punto técnico/teórico, sino mediante la experimentación en carne propia lo que significa la inflación, porque el resultado del paseo por cualquier establecimiento en busca de un bien “x”, en caso de que lo consiga, termina con frases como:
  • ya el dinero no alcanza para nada”,
  • mira lo que cuesta esto hoy, y hace dos meses costaba…”,
  • el dinero se ha vuelto sal y agua”.
Y ciertamente, todas esas expresiones van encaminadas en la dirección correcta porque la inflación no es más que “el aumento generalizado y sostenido de los precios de bienes y servicios en una economía en un período de tiempo determinado”.

Es decir, si observamos el precio de un bien “X” en un período inicial de tiempo t=0 (léase, Xt0), y encontramos luego que ese mismo bien tiene para un período de tiempo subsiguiente un precio Xt1, donde Xt1 > Xt0, entonces sobre ese bien “X” se ha producido un incremento en el precio de adquisición que da alguna idea del fenómeno de inflación.

Vale comentar de entrada que (a grandes rasgos), los efectos de la inflación sobre una economía bien pueden ser:

Positivos (+) cuando su cuantía es pequeña, es moderada, donde la misma sirve para estimular el ciclo de producción, donde el Banco Central tienen además -al hacerle seguimiento al fenómeno- la política de ajustes de tasas de interés para evitar cualquier riesgo de recesión e incluso, fomentar con alguna política activa el financiamiento a proyectos de inversión que dinamicen el aparato mismo; ó

Negativos (-), cuando el dispararse los incrementos en el nivel general de precios de bienes y servicios, sencillamente, mermas el valor de la moneda en el tiempo, deterioras la capacidad de compra de cada unidad monetaria, desalientas el ahorro e incluso desalientas la inversión debido a toda la incertidumbre sobre el valor futuro del dinero.

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Es justo mencionar que, la inflación es -en líneas generales- una materia superada en casi la totalidad del planeta, siendo además uno de mis temas favoritos, y es por cierto un tema que posee características bien particulares para una economía como la nuestra, y que requeriría a mi juicio la expansión/masificación del conocimiento (al menos a grandes rasgos) de la materia para que nuestra población se haga más culta, entienda del fenómeno y exija, desde el análisis de los efectos del establecimiento de políticas públicas, los correctivos necesarios a un Gobierno Central que tiene “siempre” (aquí y en China) una responsabilidad directa en los niveles de inflación que experimentan y abaten a la población.

Es un asunto que aquí no deja de ser harto contradictorio por toda la verborrea que un gobierno, de modo bastante ignorante e irresponsable en la materia, ha venido generando en los últimos meses con su particular matriz de opinión de que son “otros” los responsables de la inflación que aquí venimos mal viviendo. Léase: El Gobierno asume que aquí su responsabilidad en esta materia es idénticamente igual a cero (0)...
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Para que entendamos el asunto, el fenómeno de la inflación -más allá de la existencia y responsabilidad cuasi exclusiva, como lo diría nuestro Gobierno, de seres perversos, estafadores, oligarcas que juegan con el poder del dinero y la existencia de mafias acapadoras y especuladoras- tiene su origen en elementos monetarios… es el fenómeno consecuencia de que en una economía -por decisiones erróneas entre Gobierno y Banco Central- se generen incrementos en la masa monetaria (dinero en circulación) más allá de las tasas de crecimiento propias del aparato económico, y que terminan generando impactos sobre toda la estructura de precios de bienes y servicios que circulan en el entorno económico más cercano, más próximo.

Es justo mencionar, antes de continuar, que en el mundo que concebimos desde los años 80’s del Siglo XX para acá, las cosas han cambiando sustancialmente, al encontrar hoy día que los Bancos Centrales resultan en entes/instituciones cada día más autónomos e independientes (por supuesto, notable la excepción del caso venezolano), y son ellos -en esos Estados Modernos- los responsables directos por los niveles de inflación que experimentan sus economías, toda vez que es ése el principal “objetivo” que persiguen formalmente (con sus matices, por supuesto).

Entonces, al encontrar el deslinde entre el resto de la estructura de Gobierno y los Bancos Centrales, se cortan de inmediato los incentivos para que los Gobiernos decidan “dedocráticamente” fabricar/producir/imprimir a sus anchas monedas y billetes, porque es además sólo el Banco Central quien está en capacidad de hacerlo.  

Esa cualidad de acuñar billetes y monedas se llama “señoreaje” y tiene la particularidad que, dejando de lado el reducido costo de imprimirlo, el mismo derecho a "producirlo" puede constituir para el emisor -Banco Centrales u organismos emisores- una fuente de ingresos.

Esto resulta muy importante a destacar porque, cuando no encuentras mayor separación entre Gobierno y Banco Central, éste último no poseer mayor autonomía e independencia, entonces pareciera que se está sólo está para complacer cualquier requerimiento de imprimir más y más moneda para buscar solventar los déficit que pueda enfrentar el Gobierno para, por ejemplo, enfrentar los pagos de nóminas o poder hacer frente a proyectos de inversión sin mayor directriz (les suena esto al financiamiento monetario que hace directamente BCV a PDVSA + Gobierno central desde hace algunos años, y cada vez con mayor intensidad)… siendo además, que quien recibe de primera mano el dinero recién creado está en capacidad de pagar y hacerse (adquirir) bienes y servicios antes que éstos experimenten nuevos saltos por causa de la inflación y sacando así provecho a una situación perversa por demás.

Nuestra situación en Venezuela, en términos de inflación (según BCV, aunque se tienen reservas sobre lo idóneo de las cifras oficiales para el caso de los últimos años) y de incrementos salariales generados por Decreto al 1° de Mayo para los últimos años es la siguiente:
2010 2011 2012 2013
Inflación Vzla 27,4 29 19,5 52,7
Incremento Salarial 25% 15% en Mayo + 10% en Sept 15% (May) + 10% (Sept) 20% (May) + 10% (Sept) + 5% (Nov)


171584520Es comprensible entonces encontrar que, siendo ésos los niveles de inflación que venimos experimentando, el dinero no alcance para nada y los ajustes en materia salarial que decreta el Gobierno no funcionan, no alcanzan para poder mantener el poder adquisitivo de quienes aquí trabajan.

Las malas políticas (monetarias y fiscales) nos han traído hasta aquí y por ello la inflación en Venezuela es, hoy día, la inflación más alta del mundo, sin llegar (aún) a hiperinflación, sin estar enfrentando ninguna guerra civil, sin estar enfrentando conflicto armado con otro país de manera formal con sus ejércitos regulares, etc.; pero sin duda es una situación dantesca.

Sólo para terminar, resulta alucinante ver cómo la inflación mensual que aquí venimos experimentando resulta ser la inflación que viven a lo largo de todo un año naciones amigas del mismo subcontinente, sin ir muy lejos, Colombia, Ecuador, Uruguay, Bolivia, entre otros. Algo entonces se está haciendo bien allí y muy mal aquí.

En otro artículo seguiré ahondando en el fenómeno que, desde todo punto de vista, es uno de los problemas estructurales de la economía venezolana a resolver si queremos encontrar una senda de crecimiento y bienestar óptima… 

Rafael Simón Hernández J.

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