Plebiscito Chile 2020... Una Nueva Constitución por razón o por pasión?

En lo inmediato,

Escribo esta nota hoy, 15 de octubre de 2020, estando a poco más de una semana para contemplar como los chilenos irán a un plebiscito en el que tendrán que decidir si transitan el camino para lograr configurar una nueva constitución o no.



La consulta, que tendrá lugar el próximo 25 de octubre (apenas 10 días), intentará dirimir el asunto a través de dos preguntas:

En la 1°, se plantea: ¿quiere usted una nueva constitución?, teniendo como posibles respuestas la de a) apruebo y b) rechazo; y

En la 2°, se ahonda respecto a: ¿Qué tipo de órgano deberá redactar la nueva constitución?, la cual tiene como posibles respuestas a) La convención mixta constitucional, y b) Convención constitucional.


La válvula de escape,

A todas éstas, a este proceso se llega después de que el Gobierno de Sebastián Piñera experimentara una fase enormemente destructiva con aquel movimiento que tiene a la fecha casi un año y que el orbe conoció como el “Chile despertó”… un movimiento que arrancó con una serie de disturbios alrededor de las estaciones de Metro a cuenta del intento por incrementar el pasaje en ese medio de transporte (siempre diré que esa fue la excusa), y que, sin ton ni son, mutó a situaciones de calle que muchos aplaudieron y alabaron en su primera hora por su carácter dizque pacífico y que terminaron con una violencia inusitada, una violencia de proporciones dantescas, teniendo como resultante un montón de estaciones de Metro cerradas, quemadas, un número importantísimo de comercios saqueados, con una parálisis comercial e industrial notable que hicieron tambalear los números proyectados por sus instituciones económicas del país sureño, y donde como válvula de escape a dicha presión (sin que antes hubiera aparecido nadie como cabeza de aquel movimiento dizque autónomo/autóctono/propio/voluntario y pacífico) los grupos de izquierda plantearon la necesidad de una consulta popular para decidir si promueven o no una nueva constitución, vendiendo a sus acólitos que con una nueva carta magna se darían respuestas y salidas a una infinidad de pretensiones y temas.


De ahí en adelante, el tema ha estado en la palestra, es de discusión obligada en cuanta reunión existe, en cuanto programa de televisión se precie, llamándome la atención la apertura que muchos medios han tenido para quienes se han endosado la etiqueta del “apruebo”, y lo poco condescendientes y tolerantes para quienes expresan su afinidad hacia el “rechazo”. Parecieran muchos de estos medios estar transitando la acera de la izquierda política, o como resulta hoy más sexy llamarse, “progresista”.

Recuerdo que estando en medio de aquel “Chile despertó”, viviendo entonces -además- en el Centro de Santiago que llegó a tornarse muy convulso y problemático, y por ganas de echar vaina (como no decirlo), pregunté cada vez que pude a esos que terminaban echándose piedra, puño y  bofetada contra Carabineros qué buscaban con una nueva constitución, qué parte de la Constitución actual no les resultaba, con qué artículos en concreto no estaban de acuerdo; y por supuesto, lo que yo especulaba se hacía presente: el grueso de aquellos zagaletones en su vida habían tomado la constitución en sus manos para leer la portada, la contraportada y mucho menos leer su articulado.


La panacea,

Por ello no me extraña ver que, en la franja horario que se dispuso en los medios televisivos para que los bandos que abogan tanto por el “apruebo” como por el “rechazo” den a conocer sus motivaciones, se escuchen temas más propios de una carta al Niño Jesús que otra cosa en el caso de los que van por el “apruebo”.

Salen a relucir temas como: por un salario justo, por mayor protección al trabajador y bloquear sus opciones de despido, por una vivienda digna, por garantizar sus pensiones de retiro y además que sean ellas manejadas por un ente público, por mayores cupos que aseguren puestos de trabajo para una serie de colectivos, por estabilidad de precios, por una sanidad gratuita, por una educación gratuita, por los pueblos indígenas, por el derecho a los animales para que vivan en paz (no se si en una de estas abogarán también por el voto de éstos en procesos electorales), por mayores derechos para el discapacitado, y un larguísimo etcétera.

A todas éstas pareciera que, a pesar de que a la Constitución de Chile, que data del año 1980, se le han hecho modificaciones en 35 oportunidades, respecto a 100 de sus artículos o secciones (la constitución de 1980 tenía originalmente 120 artículos, divididos en 14 capítulos y 29 disposiciones transitorias), que fue sometida a una reforma importante y llevada a plebiscito en 1989, y que luego -en el año 2005- estando en el poder Ricardo Lagos se modificara de manera sustancial, nada de esto resulte suficiente a la fecha. Hoy una parte importante de la población, a pesar de haberla revestido de legitimidad con todas las consultas posteriores a 1980, la despotrican, la desconocen y aborrecen; creyendo además que con una nueva constitución resolverán todas las falencias, todos sus malestares y problemas en los que hoy están inmersos.


Desde el país al norte del sur,

Por supuesto, para quienes vivimos el proceso en Venezuela, que tuvimos la desdicha de ver como aquel señor al que yo llamo “El Sabanator” se hizo presente, se abrió espacio en el medio político (con la venía de políticos de tradición y con el apoyo de muchísimos empresarios que creyeron estar haciendo una gracia) y además ganó las elecciones de 1998 teniendo, prácticamente, como única consigna “hacer una Asamblea Constituyente para buscar una nueva constitución”, la situación en Chile nos genera -cómo no- preocupación.

Cabe recordar que, Hugo Chávez llevó adelante su Asamblea Constituyente, configuro a la medida una nueva constitución (esa nueva carta magna data de diciembre de 1999), redactada por cierto de manera impecable y que para los especialistas del área resulta en una de las mas hermosas constituciones del planeta, donde se incluyen por cierto, a lo largo de sus 350 artículos repartidos en sus 9 títulos y 33 capítulos, una serie de derechos sociales que recuerdan en mucho a la lista de la carta al Niño Jesús que comentaba líneas arriba (incluido pueblos indígenas, discapacitados y demás); y para sorpresa de todos hoy Venezuela se encuentra, 21 años después, literalmente desguazada, arrasada, atrofiada, desvencijada, con una población pasando penurias increíbles de asumir y de entender… donde siempre hay que destacar que, desde el Poder Ejecutivo, empezando por el mismísimo Presidente y padre fundador (Hugo Chávez) fue violada desde el 1° día.



La Constitución como razón de ser,

Ahora bien, una Constitución es “un conjunto de principios, normas y reglas que pretenden establecer la forma de un Estado de Derecho, así como organizar ese mismo Estado, delimitándolo, a través de sus propias instituciones de la Administración Pública y estableciendo procedimientos y sanciones para que el mismo Estado no incumpla con las normas establecidas en dicha Constitución”… a mí en lo personal, me gusta concebir (y reducir) la Constitución en las normas básicas de convivencia para hacer vida en un espacio determinado, donde lo deseable es que sus individuos tengan igualdad ante la Ley, y donde se les permita desarrollar sus potencialidades en pro de materializar objetivos individuales y colectivos.

Para los que se dedican al tema, Ernest Renand, pensador francés del siglo XIX, tal vez sea uno de las personalidades que más ha contribuido a las teorías para explicar la existencia de las naciones y sus opciones de convivencia. Recordando sus palabras, comentó en alguna oportunidad que “Una nación es un gran llamado a la solidaridad, constituida por el sentimiento de los sacrificios que se han hecho y los sacrificios que todavía se está dispuesto a hacer. Supone un pasado; se resume, no obstante, en el presente por un hecho tangible: el consentimiento, el deseo claramente expresado de continuar la vida en común… La existencia de una nación es un plebiscito de todos los días”.



Algunos ejemplos, 

Revisando experiencias concretas respecto al deseo de hacer nación y sus documentos bases, siempre refiero el caso de la Constitución de la primera nación del planeta (Estados Unidos de América), con un documento elaborado y adoptado en 1787, tan sintético como un documento que consta de tan sólo 7 artículos y que ha experimentado 27 enmiendas (la última en 1992). Esa constitución estableció el primer sistema presidencial del mundo, y ha funcionado bastante bien por el sistema de controles y equilibrios que estipularon sus padres fundadores.

La historia de los 233 años a partir de la promulgación de la Constitución de los Estados Unidos de América ha demostrado que la democracia funciona mejor, como sistema de gobierno, cuando la propia constitución se apuntala con normas democráticas no escritas, que en el caso concreto de USA han resultado en i) la tolerancia mutua y ii) la contención.


Pero el caso que más admiración me ha generado siempre es el de UK. El Reino Unido no posee Constitución escrita. Las normas básicas de convivencia la configuran sus leyes, sus sentencias judiciales, sus tratados, sus convenciones parlamentarias, sus prerrogativas reales y -por sobre todo- sus principios, tradiciones y costumbres.

UK es una democracia parlamentaria, y si bien las leyes que emanen del Parlamento deben recibir el consentimiento del Rey (o Reina) de turno, pues en teoría éste podría decir que no, pero desde 1708 ningún monarca se ha negado a firmar un proyecto de ley.

Los expertos señalan que el problema con una Constitución no codificada (que es como se define la situación de no tener una carta magna formal escrita) es que depende de las partes involucradas para seguir respetándola. Si no lo hacen, entonces podría derivar esto en una crisis constitucional. No obstante, en el caso de UK las normas sociales, sus principios, tradiciones y costumbres hacen que existan una serie de convenciones restrictivas que la gente cumple, y se cumplen porque, aunque no tengan fuerza legal, son moralmente correctos.



Finalmente,

El domingo 25 de octubre de 2020 los chilenos se encontraran con la oportunidad de decidir si continúan camino con la Constitución de 1980 o dan los pasos para empezar a redactar una nueva carta magna, sin embargo, y más allá del derecho que tienen a ello, lo importante es hacerlo teniendo en cuenta los aprendizajes a partir de los errores del pasado, deslastrarse de los guayabos existenciales que se guardan desde hace casi 50 años, encontrar el camino de la razón y no el de la pasión, aprender a comunicarse y plantear sus problemas sin cortapisas, comprender y aceptar su historia desmitificando a sus referentes, y plantear los puntos esenciales de convivencia de manera honesta para intentar encontrar espacios de encuentro.

Por último, recordarle a los amigos chilenos que el sentido de una Constitución no es la de un pizarrón de dibujo libre en el cual plasmar cualquier deseo por extravagante que resulte… que no por el mero hecho de plasmar en ella el derecho a un salario digno, estabilidad de precios, salud y educación con excelencia y gratuidad para todos, derecho a una vivienda digna, soberanía alimentaria, pensiones dignas de retiro y jubilación, etc.; los mismos no se harán realidad desde la nada, pues no resulta esto en condición ni necesaria ni suficiente para concretarlos… Estas cosas no se logran por Decreto, porque si así fuera Venezuela sería -al día de hoy- un verdadero cielo/paraíso en la Tierra.

Por ahora me tocará vivir el proceso, vivir el momento, teniendo como fondo aquella canción de Serrat que dice “Fue sin querer / Es caprichoso el azar”…

RSHJ

1 comentario:

Néstor Alfonzo dijo...

Cuesta mucho entender aquel sabio refrán: "Nadie experimenta en cabeza ajena". Duele ver como algunos países vecinos que han visto de cerca y han sido afectados por la tragedia venezolana, se empeñen en correr el riesgo de ser atrapados por una situación similar. Pasamos de ser motivo de envidia por nuestro nivel de vida en todos los aspectos a ser hoy los parias, los miserables que hay que socorrer. Chile fue hasta hace poco motivo de admiración por su nivel de desarrollo político y económico. Por eso nos duele y nos preocupa que no estén viendo el futuro con claridad.