Estaba revisando los resultados de la Reunión del G-8 en L’Aquila – Italia (julio pasado), y observaba que los líderes de este selecto Grupo declararon, por primera vez, que “cualquier aumento de la temperatura provocado por la acción del hombre no debería superar los 2ºC en relación a las temperaturas promedio de la era preindustrial”.
Resulta interesante encontrar que, en medio de la continuidad a la crisis económico-financiera en la que el mundo se encuentra (y a pesar de los brincos de emoción y regocijo que han dado hoy alemanes, franceses y japoneses al haber experimentado incrementos en sus respectivos PIB que no van más allá del 0,9% y que les hace suponer la salida a la recesión…yo sería menos confiado) el G-8 ha dedicado esfuerzos por tratar este tema tan particular. Por ello, me pareció interesante hacer algunas consideraciones del por qué de todo esto y exponer la necesidad de que los “esfuerzos” sean reales y no meras declaraciones.
La preocupación por el “calentamiento global” tuvo su origen en un artículo publicado en 1957 por Roger Revelle y Hans Suess, ambos del Institute Scripps de Oceanografía de California (USA). En éste artículo, los científicos advertían que las actividades agrícolas e industriales estaban teniendo como resultado un peligroso incremento de los niveles de CO2 en la atmósfera, con consecuencias imprevisibles para la temperatura de la Tierra.
En pocas palabras, el calentamiento de la Tierra es el resultado de la progresiva acumulación en la atmósfera de gases que impiden que el calor se escape del planeta. En este proceso, los rayos del sol entran a la Tierra a través de la atmósfera, y cuando los rayos del sol chocan con la superficie del planeta, estos se transforman en energía infrarroja y en calor. El calor asciende y provoca que las moléculas de dióxido de carbono y otros gases de la atmósfera terrestre entren en vibración. Así, las moléculas de gas actúan como reflectores y devuelven parte del calor a la superficie, lo que produce un efecto de calentamiento.
Los científicos han podido determinar que el aumento del dióxido de carbono es el responsable del 70% del calentamiento global, mientras que el metano y el óxido nitroso se reparten el resto del efecto del calentamiento global en 24% y 6% respectivamente.
Algunos estudios indican que, la atmósfera contiene hoy día 31% más de CO2 que el que contenía en 1.750, mientras que la concentración de metano y óxido nitroso es, respectivamente, 151% y 17% mayor a los niveles experimentados ese mismo año.
Prácticamente el 75% del incremento en las concentraciones de CO2 de los últimos 20 años es atribuible a la quema de combustibles fósiles; el incremento en la concentración de metano es atribuida a las emisiones de arrozales, los vertederos y las flatulencias animales; mientras que, la concentración de óxido nitroso es producto del uso extensivo de los fertilizantes químicos en el suelo agrícola, la industria química, entre otros.
Es indudable que, el incremento de las emisiones de gases nocivos para la supervivencia del planeta se ha producido a partir de la necesidad de generar energía (electricidad, gasolina, otros carburantes, fertilizantes, etc.) que nos permitan mover, utilizar y desarrollar maquinarias para producir bienes y servicios, y con ello hacer las cosas propias de nuestra vida “cotidiana”.
Lo anterior, parece dejar en evidencia que, en un mundo apegado y desesperado por mantener las luces encendidas y nuestros vehículos en marcha, a muchos pudiera parecerle que no queda otra opción que emplear una cantidad cada vez mayor de combustibles, y sacrificar “por ahora” los intereses de nuestro planeta en beneficio de las necesidades y la generación de ganancias económicas en el corto plazo.
Algunos datos en cuanto a las necesidades de consumo de energía resultan interesantes en este debate. Por ejemplo, las previsiones más “conservadoras” predicen que, cubrir los requerimientos energéticos de la población de la Tierra -en constante aumento-, requerirá duplicar el consumo de energía entre el año 2.000 y 2.040, se triplicará la misma antes del 2.070 y se cuadriplicará antes del 2.100.
Lo anterior, implicará triplicar las emisiones anuales de dióxido de carbono, desde los 6.000 millones de toneladas de carbono en el año 2.000 hasta unos 20.000 millones de toneladas en el año 2.100.
Por último, en un informe de los científicos del Panel Intergubernamental sobre cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) se afirma que, la temperatura media de la Tierra aumentó entre 0,6 +/- 0,2 °C a lo largo del siglo XX, siendo éste el mayor incremento en la temperatura media del planeta ocurrido en un siglo durante los últimos 1.000 años. Además, los modelos informáticos y estadísticos del IPCC prevén que la temperatura media global de la superficie aumente entre 1,4 y 5,8 °C antes del año 2.100.
La tarea está pendiente…
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