Por Rafael Simón Hernández
Reflexionaba hace pocos días, sobre lo imprescindible que resulta un concepto como la “confianza” para generar opciones de crecimiento y de desarrollo, tanto desde el punto de vista económico, como del político y social.
Sólo definir el concepto, ubico en la Real Academia de la Lengua Española que, la “Confianza” refiere a la “Esperanza firme que se tiene de alguien o algo” y poco más allá, al “Pacto o convenio hecho oculta y reservadamente entre dos o más personas, particularmente si son tratantes o del comercio”.
Independientemente de la que se escoja como definición, es a todas luces la confianza un elemento “intangible”, en tanto aquello que no debe o no puede tocarse, pero que va modelando -sin duda- las relaciones entre los agentes (como dirían los economistas).
Revisar la historia económica, da la oportunidad de ubicar algunos elementos claves que han permitido a un conjunto de naciones, insertarse ó posicionarse como “países desarrollados”, y al tratar de llevar estos elementos claves a sus nociones más básicas y elementales, podemos encontrar que sus grandes pactos de convivencia, sus pactos de existencia, han estado configurados en base al respeto y confianza hacia el otro (hablo de los que conviven en un mismo espacio o nación), que degeneran en patrones de conducta y comportamientos deseables o “a seguir” para el sostenimiento a largo plazo de dichos pactos.
Uno de los personajes más interesantes que ha venido estudiando el tema y quien publico un libro excelente al respecto es Francis Fukuyama, maestro de Democratización y Economía Política en la Universidad de Chicago.
Para los interesados (si aún no lo han leído), el libro en español es titulado simplemente “Confianza”, mientras que la versión anglo es titulada “Trust: The Social Virtues and the Creation of Prosperity”.
Fukuyama en su exposición, divide al mundo en dos tipos extremos de países, a saber, aquellos que se caracterizan por la existencia de confianza entre sus ciudadanos (high trust cultures) y aquellos en los que no (low trust cultures). Para Fukuyama, la baja confianza impide o entorpece el desarrollo económico, y aún cuando para algunos críticos su argumento es muy sencillo y no comparten la idea de que un rasgo de la cultura sea suficiente para explicar un fenómeno tan complejo como el progreso o el rezago de las naciones, da aportes muy interesantes.
Olvidándonos de sus críticos, Fukuyama comenta que, la confianza en la sociedad es la base del desarrollo, tanto cuando hacemos referencia a la confianza de la sociedad hacia el gobierno, como de la confianza que se tengan entre sí los diversos sectores de la sociedad, pues de ello dependerá que las transacciones que se realicen sean confiables.
Pensar en la importancia de todo esto resulta muy simple. Una sociedad en la cual sus participantes en la economía, incluyendo al gobierno, no cumplen fiel y voluntariamente con sus compromisos, desaprovecha muchas ventajas potenciales de la interacción, quiebran con las opciones de interactuar eficientemente en el futuro e imponen costos extras en la formulación de esquemas productivos, comerciales y de negocios.
Sólo por colocar un ejemplo de todo esto entre los países desarrollados. Alexis de Tocqueville, en “La Democracia en América”, descubre en el siglo pasado la forma en que se desenvuelve la sociedad norteamericana y el punto clave es la confianza recíproca entre los diversos sectores de la sociedad: la iglesia, el Estado, las empresas.
Ahora bien, el mundo ha experimentado altibajos enormes desde la publicación de la “Confianza” de Fukuyama (1995), y a pesar de la enorme crisis económico-financiera que experimentamos como un todo desde finales del 2007, y dejando como un agregado y consecuencia natural la promesa del armado de complejos y completos esquemas regulatorios para tratar de evitar futuras y catastróficas crisis como esta última, seguirá siendo la confianza un elemento fundamental- clave para hacer posible el funcionamiento del sistema en el que vivimos.
Para ciertas partes del globo en general y para Latinoamérica en particular, debe recordarse que la confianza no se decreta, no se impone, no se maquilla, no puede darse con carácter de intermitencia; la confianza se gana y debe ser perdurable si queremos entrar en las sendas del crecimiento y desarrollo…
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